Se me va prácticamente la mañana, disfrutando la lectura del "diario de un Savonarola" y me contagio, de la intensidad de sus ganas. Es por esto que le visito todos los días.  

        Confieso que estoy desarrollando una creciente admiración por el trabajo de este hombre tan de carne y hueso, que agita en mí, deseos de no desesperar ante el panorama desértico que suponía me rodeaba. Más bien al contrario, como en uno de esos documentales del entrañable David Atenborough, descubro; escarbando en el hielo y la arena, en su blog y en sus enlaces, que hay vida y criterio más allá de donde el "a simple vista" supone. Un ecosistema completo de creadores e ideas; fórmula magistral que me sirve de antídoto contra el veneno del pesimismo contagioso y pandémico que amenaza con escalarme por las patas. 

        ¡Muchas gracias Felipe!  No son halagos, es agradecimiento y reconocimiento sinceros (o sea, todo unos).  De ahí que recomiende el enlace al  "diario de un Savonarola".

        Tu tónico diario... desde Bejar.

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