Usted está aquí

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       Pasó ya la navidad y fue, como llegar cargado y cerrar la puerta tras de ti con el pié; una navidad supongo para cada uno diferente, lo sé seguro. Yo me marché fuera. Huí. Le prendí fuego a más de doscientos litros de combustible y me siento un tanto así de mal por ello. Pero necesitaba poner distancia entre yo y lo mío, por no decir entre yo y yo, que parece una misma cosa pero no lo es tanto. Se suele decir que de uno, uno no escapa, pero yo no lo creo, porque aunque no totalmente, este retiro me ha servido para deshacerme un poco de mí y al mismo tiempo empezar de nuevo a conocer quien soy y quien no; a intentarlo al menos, una y otra vez. Desmontarse es complicado y difícil, lo es para mí quiero decir, darse cuenta de que quizá absolutamente todo, no es más que una gran fabricación, que efectivamente la letra con sangre entró y que la lección está tan bien aprendida que he llegado a confundirla con mi propio discurso, al principio confunde y luego cabrea, y ya al rato, pasado también el susto, me deja el cuerpo como cuando sentado en el suelo, apoyado en la taza, siento como el estomago se me pliega y arruga y de allí no sale ya ni angustia.

         Trabajé como me dijeron que había que hacerlo; yo para eso soy un soldado; con ecuanimidad, pacientemente, persistentemente, ardiente y diligentemente y obtuve los frutos que me habían prometido. La resaca por lo tanto ha sido purificadora y alegre; el viaje de vuelta se obligaba con prisa, pero aún así no nos dimos tanta, disfrutamos con el sonido de nuestras voces y con aquellas pequeñas cosas que nos íbamos encontrando en la arena de la playa, cosas preciosas que no sirven para nada y que nos hacían admirarnos y reír como niños. Ojala y dure; de mí depende.